Economía, Política y Democracia

Como es sabido, desde hace varias décadas, el pensamiento único se ha instalado en los principales centros de poder y de decisión en materia económica, así como en el núcleo duro de las facultades de economía y las escuelas de negocios más influyentes. Los defensores de la ortodoxia económica dominante consideran que los análisis -para ser respetables- deben tener la elegancia formal de las ciencias exactas, simplificando para ello los supuestos, y traduciendo los comportamientos humanos a reglas matemáticas. Así, las conductas humanas –sean estas consideradas individualmente o en el ámbito de la sociedad en su conjunto- aparecen desprovistas de consideraciones morales o de influencias sociales. En el límite, las personas son contempladas como robots que responden de manera determinada a las señales que el mercado va poniendo en su camino.

La ortodoxia dominante considera que en la ciencia económica no hay lugar para el debate de ideas, pues ello sería tanto como discutir si el agua se convierte en vapor a 90, a 120, ó a 140 grados, cuando todo el mundo sabe que lo hace al alcanzar los 100 grados. Del mismo modo, no cabría discutir sobre los motivos, fundamentos, o justificaciones del comportamiento de los seres humanos ya que los mismos no pueden ser otros que los derivados de las señales del mercado, lo que los convertiría así en plenamente predecibles, medibles, y por tanto, traducibles a modelos matemáticos.

Como consecuencia de todo ello, el pluralismo metodológico es negado, y los heterodoxos son, en el mejor de los casos, ignorados, aunque muchas veces son condenados a vivir extramuros de la disciplina. En la universidad, esa situación ha dado origen a numerosas críticas, como las contenidas en el llamamiento suscrito en su día por 42 asociaciones de estudiantes de economía de 19 países en el que se denunciaba que esta forma de entender el análisis económico tiene consecuencias “que van más allá de la universidad” ya que lo que se enseña en ella “moldea la mentalidad de la próximas generaciones de políticos y, por tanto, da forma a la sociedad en que vivimos”. El manifiesto concluía reclamando “que el mundo real vuelva a entrar en las aulas” para poder crear un espacio pluralista de debate en el que puedan “generarse soluciones a los problemas de la sociedad”.

La ortodoxia económica dominante es sumamente prepotente y arrogante hacia el resto de las ciencias sociales, de las que trata de distanciarse lo más posible. Ello es lógico, pues de lo contrario se vería obligada a considerar –e incluir en el análisis- un buen número de variables que cuestionarían gran parte de sus modelos. Pero, en ese distanciamiento forzado respecto de otras ciencias sociales, se contiene algo mucho más grave: la negativa a considerar la existencia de diversas formas de entender la vida social y los valores que deben estar en la base de su organización. En el fondo, la negación del pluralismo en la economía implica la negación del pluralismo social.

Si se tratara de juegos de salón, la cosa no tendría mayor importancia. El problema es que no se trata de ningún juego, sino de análisis y de decisiones que acaban condicionando la vida de millones de personas. Decía Mario Bunge, refiriéndose a algunos postulados económicos que respaldaban las políticas puestas en marcha en América Latina en los 80, que “no tiene nada de vergonzoso que una hipótesis sea refutada. Lo que sí debería avergonzar es el aferrarse obcecadamente a hipótesis en ausencia de datos o en presencia de datos adversos. Y cuando se usan hipótesis notoriamente falsas para fundamentar políticas que afectan al bienestar de millones de seres humanos, estamos en presencia de un escándalo”. Desde entonces, impasible el ademán, los defensores de la ortodoxia no han hecho sino equivocarse una y otra vez en gran parte de sus previsiones, lo que de nuevo ha vuelto a ocurrir en el caso de Grecia, en donde las políticas impuestas han dado un resultado opuesto por completo al anunciado.

Como hemos podido ver en estos días, la ortodoxia neoliberal no sólo es incompatible con el pluralismo intelectual, sino también con la democracia misma. No importan los argumentos, sólo la relación de fuerzas. Bien lo ha podido apreciar Varoufakis, quien al parecer creyó ingenuamente que en las reuniones de ministros de economía se hablaba … de economía, sin ser tal vez consciente de que, enfrente, tenía a tipos como De Guindos que, al igual que Draghi, habían estado trabajando en el Banco que falseó todas las cuentas griegas para engañar a la UE. Como pudo comprobar, lo único que contaba allí eran las cartas que llevaba cada uno. Y como Grecia no llevaba nada que pudiera hacer fuerza, más allá de los argumentos económicos, sus dirigentes decidieron invocar a la soberanía del pueblo y convocar un referéndum para fortalecer su posición negociadora.

Craso error por lo que se ha visto. El gesto fue entendido como una insolencia impropia de quien sólo debe obedecer. Y como tal ha sido castigado. Para gentes como Schäuble, Merkel, Dijsselbloem y compañía, pase que haya ingenuos que critiquen la ortodoxia económica dominante desde las aulas, en algunos periódicos, o incluso desde las barricadas. Pero de ahí a que la ciudadanía de un país en su conjunto pueda pronunciarse y/o posicionarse respecto a estas cuestiones, va un trecho que para algunos no es tolerable que se transite. Y ello por una razón bastante simple: porque el proyecto neoliberal que se está imponiendo en Europa es en el fondo incompatible con la propia democracia.

Koldo Unceta

Catedrático de economía en la universidad del País Vasco, investigador en temas de desarrollo y cooperación internacional, economista crítico, caminante, escritor, conferenciante, divulgador, indignado, explorador de nuevos horizontes, e impulsor de causas generalmente perdidas. Llegado a una edad, más capaz de plantear preguntas que de ofrecer respuestas pero, en todo caso, encantado de compartir esta blogosfera con tantas buenas gentes como las que aquí se reúnen.

Koldo Unceta
Catedrático de economía en la universidad del País Vasco, investigador en temas de desarrollo y cooperación internacional, economista crítico, caminante, escritor, conferenciante, divulgador, indignado, explorador de nuevos horizontes, e impulsor de causas generalmente perdidas. Llegado a una edad, más capaz de plantear preguntas que de ofrecer respuestas pero, en todo caso, encantado de compartir esta blogosfera con tantas buenas gentes como las que aquí se reúnen.

1 comentario

  1. Qué bueno es seguir luchando y viviendo un proyecto académico y de vida. Un abrazo

    Responder

Escribir comentario

Email (no será publicado)Required fields are marked *

*

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

 


Sobre este blog: No tenemos certezas. Sólo esperanzas. Buscamos caminos entre la bruma ('lanbroa' en lengua vasca).