¿Cuáles son los orígenes de la homofobia? ¿Cómo se generan y alimentan los discursos de odio que posteriormente legitiman políticas y leyes discriminadoras? ¿Por qué en tan diversas culturas y lugares del mundo encontramos una férrea oposición a considerar a las personas lesbianas, transexuales, bisexuales y gays como iguales? Comunidades enteras, en frecuente situación de vulnerabilidad e indefensión, ya sea a causa de pertenecer a una determinada raza, por motivos religiosos o debido a sus preferencias sexuales, se han convertido en presa fácil de la ira de políticos oportunistas, de defensores de discursos ultranacionalistas y de líderes religiosos subidos a los más variados púlpitos. De hecho, credos que han diferido en todo lo demás, han encontrado su particular denominador común en la más férrea condena a la homosexualidad.
Señalar y culpar, entre otros grupos de población, a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales se ha convertido en uno de los medios más efectivos de prevenir a la población de que exija a su clase política combatir la pobreza, la injusticia y la corrupción. La estrategia de culpabilización de la comunidad LGTB como “chivo expiatorio” o “enemigo interior” se ha empleado en lugares tan dispares como Ucrania, Camerún, Irán, Camboya o Jamaica. Pero las raíces socioculturales del odio, si bien tienen muchas características en común, también presentan particularidades dependiendo del lugar del mundo en que se manifiesten.
Los orígenes de la homofobia en África
En el continente africano, la mayoría de los argumentos que se erigen en contra del amor entre personas del mismo sexo se construye alrededor de la idea de ser un fenómeno importado desde Occidente, cuyo objetivo principal sería corromper a las generaciones más jóvenes e imponer su depravado estilo de vida. Esta argumentación, que apela a supuestos sentimientos anticolonialistas, implica que, ya fuese yendo desde Orán hasta Ciudad del Cabo o en periplo desde Dakar a Yibuti, nunca nadie se topó con un homosexual que hubiese nacido en el continente del Sáhara. Lógicamente, la consideración de la homosexualidad como algo ‘no africano’ se basa en presupuestos erróneos. Para encontrar el origen de las leyes ‘anti-sodomía’, aún en vigor en muchos países africanos, hay que retroceder a la producción legal del siglo XIX de los colonizadores británicos y a la fe impuesta por los misioneros que les acompañaron en divina misión civilizadora. Por lo tanto, un enfoque puramente geográfico desprovisto de cualquier tinte ideológico, concluye que lo que es realmente ‘no africano’ es el odio y la homofobia. Por desgracia, los tentáculos moralizadores del Imperio llegaron a otros tantos territorios de ultramar: la sección 377 del Código Penal indio, que prohibía las relaciones carnales en contra del orden natural con hombres, mujeres o animales, es de origen británico, así como la sección 377 del Código Penal malayo y la 140 del Código Penal ugandés.
La institucionalización del odio en Rusia
Separadas por miles de kilómetros, pero muy próximos en sus planteamientos homófobos son las naciones del antiguo ámbito soviético, indecentemente alentadas y lideradas por la Federación Rusa. La historia de la homofobia en Rusia encuentra su primera manifestación institucional en la prohibición de las relaciones sexuales entre hombres – el sexo entre mujeres no se recogía en la ley -, que fue introducida por primera vez en el Código Penal de 1.835 sancionado por el Zar Nicolás I. Tal prohibición se mantuvo durante los regímenes de Stalin y Kruschev y permaneció en vigor hasta el gobierno de Boris Yeltsin, cuando en 1993 intentó acercar las leyes rusas a los estándares del Consejo de Europa. Veinte años más tarde, la aprobación de la controvertida Ley Federal número 135-FZ del 29 de junio de 2013 sobre las enmiendas al artículo 5 de la Ley que regula la protección de los niños de la información nociva para su salud o su desarrollo, pareciera ser un nuevo intento de volver a criminalizarlas. El articulado de la ley no hace mención a las relaciones entre personas del mismo sexo, sino que se limita a cargar contra todo lo que sean ‘relaciones sexuales no tradicionales’. De manera paralela, la muy influyente Iglesia Ortodoxa, considerada por la mayoría de los rusos como un símbolo de orgullo y unidad nacional, se ha convertido en una de las más férreas defensoras del endurecimiento de la persecución a la comunidad homosexual y a quienes se atreven a defenderla.
Homofobia y religión
Otros de los tradicionales instigadores mundiales de la homofobia institucional han sido casi la totalidad de los países musulmanes. Recordemos que cinco de ellos aplican la pena capital para las relaciones sexuales homosexuales. En marzo de 2012, el Secretario General de la Organización de la Conferencia Islámica en su intervención ante la 19 sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas celebrada en Ginebra, al mismo tiempo que se vanagloriaba de la modernidad de la Conferencia al haber elegido a una mujer para presidir su Comisión Permanente de Derechos Humanos y denunciaba la creciente islamofobia internacional, mostraba su más profunda preocupación por la introducción de la orientación sexual e identidad de género en la agenda de trabajo del propio Consejo. Alegaba que estas ‘controvertidas nociones’ no tenían base legal alguna y ponían en riesgo el espíritu fundacional de todo el sistema de las Naciones Unidas.
Por su parte y en pleno epicentro del mundo desarrollado, nos encontramos que prominentes líderes de la Iglesia Evangélica norteamericana han sido especialmente beligerantes actuando en contra de cualquier persona u organización que pidiera respeto e igualdad legal para las personas o uniones homosexuales. Sus giras internacionales les han llevado a lugares tan dispares como Rusia y Uganda donde sus sermones acerca de cómo odiar y atacar de manera efectiva a la comunidad homosexual, junto con las promesas de ayudas económicas, han encontrado su audiencia perfecta .
Al tiempo que una firme mayoría de países apuestan por la aplicación de los derechos humanos sin excepciones, aún persisten naciones empeñadas en discriminar social y legalmente a mujeres y hombres homosexuales y transexuales. De igual modo, en vez de fomentar la idea de comunidad y unión de todos y todas en época de inestabilidad económica, han aprovechado la mayor incertidumbre para cargar contra los colectivos más vulnerables de la sociedad, culpándoles de una situación que ellos mismos no se atreven a mejorar.
Sin duda, habrá días donde nos cubran nubes densas y violentas tormentas, pero de lo que tampoco cabe duda es que también habrá días donde brille el sol.
Fernando López del Prado García
El presente texto es un extracto de la tesina elaborada por el autor bajo el título ‘Bringing the human rights of lesbians, gays and bisexuals to the fore. Is the United Nations ready for a convention on the rights of sexual minorities?’, dentro del marco del Máster en Derechos Humanos en School of Oriental and African Studies, SOAS, de la Universidad de Londres.
Gabriel
Es información muy interesante; hay un tema al respecto que debería ser ampliado para advertir a muchos más sobre lo que está sucediendo: pastores protestantes, de los que se autodenominan «evangélicos» o «evangelistas» en Estados Unidos, los más extremistas, al ver perdido su negocio en Estados Unidos porque esa sociedad ahora es mucho más cívica y tolera, acepta y entiende la homosexualidad, se van a África (y algunas zonas pobres de América Latina, también leí, pero sigo buscando la fuente) para exacerbar allí la homofobia.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-7720482