Demasiado sutil para ser un día perfecto

(En esta entrada se desvelan argumentos de la película)

Fui a ver la nueva película de Fernando León de Aranoa. Su filmografía es suficiente credencial para decidir verla, pero además, en esta ocasión se trataba de una aproximación al mundo de la cooperación, o para ser más precisos, al mundo de la ayuda humanitaria en situación de (post) conflicto bélico. En realidad las precisiones dan igual: sabiendo de la capacidad del realizador de reproducir los principales mecanismos que reproducen las relaciones entre grupos de personas o situaciones, a base de desvelar y mostrar con crudeza lo que, a fuerza de ser cotidiano, suele pasar desapercibido o darse por sentado en nuestros análisis sobre la familia, el barrio o, como en este caso en los equipos de expatriados humanitarios y entre éstos y las personas que les ven llegar a sus poblaciones.

Lo importante sería disfrutar de cómo había logrado reproducir un sistema de relaciones tan complejo como cualquier otro, pero que en cierto modo tiene de particular que suele presentarse social y públicamente como un mundo más bien idealizado y bastante ingenuo. El “mundo” de la cooperación se ha esforzado, y se esfuerza, en proporcionar una imagen de sí mismo esencialmente despolitizada, en la que los conflictos “están ahí fuera” a donde vamos a ayudar a resolverlos. No suele explicarse públicamente que esa “intromisión” desde fuera del conflicto supone a su vez numerosos conflictos de carácter cultural y político. Tanto porque el marco cultural en el que se asienta y reproduce el mundo de la cooperación es esencialmente occidental y responde a una visión del desarrollo excesivamente vinculada a la transferencia (de ideas, de tecnología, de recursos, de soluciones, etc.,… da igual) de un lugar que ha tenido éxito a otro que no lo ha tenido.

Y la propuesta me gustó. Y no sólo por lo que muchos considerarán un acierto, a saber, la humanización de los personajes en situaciones límite. Una humanización cargada de contradicciones contra las que rebelarse, puesto que muestra caracteres y prácticas machistas, irrespetuosas con la autoridad, el dolor y las diferencias que representan los otros, lejos de cualquier idealización que desgraciadamente es tan habitual en la representación de los cooperantes y su trabajo. También es apreciable la algo soterrada crítica al primer mundo, que envía a profesionales devastados por sus biografías, bastante lejos de otras representaciones, también ideales, de profesionales competentes, serviciales y compasivos (aunque de este tipo de respuestas podríamos decir que hay un abuso impropio).

Lo que más me ha gustado es que la película constituye una crítica radical, demoledora, a la acciones de cooperación en general, de la que podríamos aprender mucho. El hilo argumental (¡ojo! Que a partir de aquí ya incurro en spoiler, y recomiendo en cualquier caso ir a ver la película) de la misma no es más que una sucesión de decisiones ineficaces, innecesarias e injustificadas. Desde el propósito que da base al argumento: extraer con la mayor de las urgencias un cadáver de un pozo, para solucionar un problema de la comunidad cuando ésta aparece nada más que mirando, sin compartir la urgencia ni la solución propuesta, sin impedirlo (¿no se comportan así la totalidad de nuestras comunidades beneficiarias?), a sabiendas de que no tardará en llover y eso resolverá todo el enorme y urgente problema, como sucede al final de la película. Al final de ese Día perfecto, título cargado de ironía, en el que los protagonistas persiguen con ahínco y cierto riesgo lo que sus manuales (los de los protocolos oficiales y los del individualismo heroico y descreído) les dicen, anteponiendo a todas las dificultades aquellas normas, aquellos significados que consideran indiscutibles y fundamento de todo su ser y su hacer: ayudar a los inútiles, que sólo tienen una consideración de víctimas incapacitadas y equivocadas en su imaginario. Tan fuerte es esta predisposición, esta vocación, esta aventura vital, que se muestra completamente incapaz de reflexionar sobre su inutilidad, de considerar ni por un momento que son personajes de más en una historia de la que sin embargo se sienten protagonistas. La amenaza de la evaluación que pondrá fin a su misión salvadora es rechazada como posible, sólo consentida con resignación por falta de recursos económicos para continuar. Así, su misión en el mundo no corre peligro, en todo caso será sólo desplazada de lugar y de conflicto.

Aunque esta lectura de la película me pareció nítida, está sin embargo cargada de sutileza. Una compañera me dice que en entrevistas promocionales el director no mostró ninguna intención crítica con este mundo, más bien todo lo contrario, alabando y celebrando la existencia de estas acciones tan necesarias por tantos lugares del mundo necesitados de nuestra ayuda. Al salir de la película, le pregunté a mi hijo de 12 años, quien me había hecho la propuesta de verla juntos: ¿Qué te parece el trabajo que hacen los protagonistas? ¿tiene sentido? Y me respondió sin dudarlo: “Son unos héroes, sólo que no les dejan hacer”. En efecto, si Fernando León quiso mostrar algo de lo que yo interpreté (cada día lo dudo más), lo hizo de forma demasiado sutil para ser un día perfecto.

Pablo José Martínez Osés

Aficionado al baloncesto, cuando su empeño por la justicia económica, política y social y la solidaridad internacional se lo permiten. Defiende el valor y la esencia crítica del pensamiento (estudió filosofía), curioso de los procesos emancipatorios y de liberación de los colectivos y pueblos (vivió y trabajó durante una década en Centroamérica). Prefiere el análisis que la descripción (Especialista en Cooperación y Máster en Estudios Latinoamericanos por la UCM) y tiene cierto empeño en tareas inabarcables (como la tesis doctoral que trata de acabar pronto o ejercer una paternidad responsable con sus tres hijos). Aquí suele actualizar las publicaciones.

Pablo José Martínez Osés
Aficionado al baloncesto, cuando su empeño por la justicia económica, política y social y la solidaridad internacional se lo permiten. Defiende el valor y la esencia crítica del pensamiento (estudió filosofía), curioso de los procesos emancipatorios y de liberación de los colectivos y pueblos (vivió y trabajó durante una década en Centroamérica). Prefiere el análisis que la descripción (Especialista en Cooperación y Máster en Estudios Latinoamericanos por la UCM) y tiene cierto empeño en tareas inabarcables (como la tesis doctoral que trata de acabar pronto o ejercer una paternidad responsable con sus tres hijos). Aquí suele actualizar las publicaciones.

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Sobre este blog: Un tiempo muerto es una oportunidad para tomar distancia y comprender lo que está pasando y recuperar la motivación. Es un tiempo para volver sobre las cosas con más acierto. Un tiempo muerto puede decidir un partido. Imprescindible para empezar la remontada que nos toca.