Una tal María

Vaya, se había vuelto a quemar y apenas lo había notado. Nunca llegaría a entender cómo podía ser tan hábil con fórmulas y mecanismos, y tan torpe con el fuego. De todas maneras, quién podía pararse a pensar en una ampollita ahora. “La temperatura es homogénea, sí”. Había comprobado las cifras mil veces y los ensayos de meses y meses cuadraban. Era homogénea y dependía del líquido, ahora estaba segura.

Después de esto por fin su familia comprendería que tanta dedicación tenía sentido. Al fin y al cabo, la utilidad del método era evidente. Quién sabe, quizás dentro de 200 o 300 años se usase en todo el mundo civilizado, y su nombre perduraría con el reconocimiento que merecía…

«¡Ay! María, menos soñar y más concentracióno o te acabarás haciendo una avería” se dijo mientras atizaba la llama.

Este breve relato es ficción pero el invento y su creadora son bien reales. Igual de reales son los casi 2000 años – no 300, en ese cálculo se quedó corta – que llevamos sirviéndonos de él a lo largo y ancho de todo el planeta. No obstante, parece que fue demasiado optimista al considerar que la historia trataría igual de bien a su persona que a su obra.

Aunque ya no se conserven ninguno de sus escritos, conocemos por otras fuentes que María la Judía – así se la llama aunque no está claro que fuese judía siquiera – se considera una de las fundadoras de la alquimia e inventora de varios tipos de alambiques y condensadores de flujo que siguen teniendo aplicaciones hoy en día. A diferencia de sus coetáneos, se caracterizó por su enfoque de trabajo más práctico, orientado a la utilidad del instrumental y formulaciones que creó, y no tanto a la filosofía de la transmutación de los elementos. Por esto, en ocasiones se la ha considerado la primera persona química de la que se tiene constancia individual en la historia. Claro está, no podemos obviar que, de forma anónima y colectiva, las comunidades humanas llevan milenios perfeccionando hallazgos científicos basados en la química. Un ejemplo podría ser el desarrollo del proceso de fermentación para la cebada mediante la fabricación de cerveza, que se sabe que se descubrió hace 7000 años en Mesopotamia. Otro invento de mujeres, por cierto.

Últimamente he estado preguntando a la gente si ven útil para la vida actual el baño María – sí, ese es el invento ¿a que te suena? – y cuál creen que es el origen de su nombre. Como probablemente ya sepas, este es el método ideal para hacer conservas adecuadamente, evitar la pérdida de propiedades nutricionales de los alimentos y mantener la calidad y el sabor de abundantes elaboraciones. Y no sólo eso, es una técnica que tiene numerosas aplicaciones químicas y se usa en infinidad de laboratorios. Así que, a pesar de que habitualmente infravaloramos todo aquello que relacionamos con lo cotidiano – más aún si son cosas del comer, por desgracia – parece que hay bastante consenso entre el público encuestado de los beneficios que reporta esta técnica. Con respecto a lo segundo, su procedencia, ya es otro cantar. He oído de todo. Desde que lo inventaron los mismos de las galletas, hasta que el nombre era en honor a la virgen. Muy pocas personas han deducido que si se llama así es porque lo inventaría una tal María, y desde luego ninguna conocía a la inventora o sabía de su relevancia.

Lo triste es que María no ha sido olvidada por una casual coincidencia del destino. María la Judía es una de tantas mujeres excepcionales cuyos méritos han sido menospreciados e invisibilizados para que el engranaje entre patriarcado y capital siga funcionando con precisión milimétrica. El sistema se sostiene gracias a que todo el trabajo reproductivo y de cuidados es desempeñado gratuitamente y en su mayor parte por mujeres, y el hecho de que ellas destaquen ejerciendo otros papeles pone en tela de juicio los pilares sobre los que éste se sustenta.

A unos pocos días del 25N hay registrados ya 92 feminicidios en el estado español en lo que va de año. No puedo evitar pensar en que si viviéramos en una sociedad en la que un nombre como el de María la Judía fuese igual de reconocido que el de Pitágoras, Arquímedes o Galeno, todos aquellos hombres que ahora se creen con derecho a insultar, vejar, controlar, pegar, violar, asesinar, o en definitiva, ejercer cualquier tipo de violencia contra las mujeres por el simple hecho de serlo, se lo pensarían dos veces antes de actuar. O más bien, ni siquiera se lo plantearían. #NiUnaMenos

Teresa Sancho Ortega

Inquieta, cabezota e ilusionista. Dedico mi energía a conseguir esa democratización que alimentará al mundo, la propuesta de Soberanía Alimentaria. Y desde hace nada lo hago embarcada en una nueva aventura colectiva: Sorkin, Alboratorio de saberes. Al voleo también está en twitter. ¡Síguenos aquí!.

Teresa Sancho Ortega
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Sobre este blog: Al voleo. Dícese de la forma de siembra campesina en la que se arrojan puñados de semillas al aire. Hablaremos de las que ya están germinando. Y de los obstáculos que mantienen a otras aletargadas. Un espacio para pensar en ingredientes que nos faciliten construir alternativas sostenibles y vidas vivibles.